Construido bajo un secreto

Guillermo Robles Ramírez

Por Guillermo Robles Ramírez

Tengo la convicción de que no hay secreto que dure toda la vida, ya sea más temprano o tarde se sabe siempre la verdad de todo. Y si piensa que eso solo aplica en chismes, también existe secretos de familia que pueden pasar años, pero se sabe de la manera que menos se imagina uno.

Hay secretos que con el tiempo se llegan a convertir en famosos, pero uno nunca sabe cómo van acompañados, es decir, si al momento de descubrirlos dará un gusto o disgusto, pero también puede causar un desagrado que hubieran preferido que nunca se supiera.

Precisamente uno de estos casos, menos famosos, pero igual de atrayente está en Saltillo y sus alrededores, en donde están ocultos, son fieles testigos de la historia de esta capital y sin embargo, pareciera que nadie quiere hablar de ello.

Son el tema de varias leyendas, pero también el secreto de las familias más antiguas de Saltillo; la revelación de su existencia pone en riesgo la historia ya escrita y es mejor para muchos mantener bajo tierra los secretos de Saltillo.

El origen de los mismos es un enigma, no existen antecedentes en los archivos que narren, señalen o adviertan quién los diseñó, lo cierto es que éstos están distribuidos en las entrañas del Centro Histórico de Saltillo y su presencia incomoda a quienes de alguna manera lograron incluirlos dentro de sus propiedades.

Se trata de los túneles subterráneos de la ciudad, a los cuales se les da una nominación diferente de acuerdo con la autoridad con que se trate el asunto. Por ejemplo, los archivos del Instituto de Antropología e Historia los registran como bóvedas o cámaras filtrantes de agua que se construyeron durante la Colonia para aprovechar las corrientes y avenidas de aguas de la Sierra de Zapalinamé.

Pasado el tiempo éstos fueron dejados en el olvido y muchos de ellos duermen el sueño de los justos tras la colonización de la capital.

Sobre los túneles de Saltillo, se han creado infinidad de mitos, algunos de ellos sustentados en fabulosas leyendas en las que se advierte de riquezas, tesoros y que el segundo uso que se les dio a éstos fue como escondites y medios de comunicación clandestina durante la revolución Cristera.

Historiadores arteaguenses, dicen que son vestigios de la vida subterránea que mandó construir Nazario S. Ortiz Garza aprovechando la humedad desde lo que se conoció como la “Hacienda  El Alamo”, donde se creó la leyenda que estas fueron desembocaduras de un túnel que comunicaba a Saltillo con General Cepeda y una especie de descanso o antesala en ese lugar.

Otros relatos sobre estas edificaciones bajo tierra ubican Francisco de Urdiñola, el Marqués de Aguayo y Santaolaya, quien mandó construir dichos pasadizos desde Mazapil, Zacatecas, que comunicaban aquel mineral con la hacienda de Bonanza y con intersecciones a Saltillo y General Cepeda.

La edificación de éstos refiere, ciertamente, que no se trata de algo contemporáneo y que más bien pretenden referir cómo se daba una comunicación subterránea, dando que existen espacios en los que se presume transitaban conductas, es decir, carretas con todo y la recua de mulas y esto ha despertado también el interés de los rastreadores de tesoros.

Los relatos más recientes se aplican en la revolución cristera, cuyos pasadizos eran el tráfico de quienes defendían los ideales de la iglesia en contra de la política discriminatoria como un método para evitar ser vistos por las calles de Saltillo, de ahí que la mayoría estén interconectadas entre los templos religiosos.

Dentro del padrón de estos pasajes secretos se cree que el principal está bajo la Catedral de Saltillo conocida como Catedral de Santiago y que éste está debidamente acondicionado para el tráfico peatonal; sin embargo, se resguarda su presencia como secreto de estado, precisamente para enterrar los errores extra-doctrinales.

Las bocas de algunos de ellos están a flor de tierra aún en las edificaciones gubernamentales como la Casa Purcell, que incluye el acceso a uno de los túneles, otro de ellos quedó sepultado bajo las obras del Instituto Coahuilense de Cultura y uno más escondido en el segundo patio del Recinto de Juárez, al que se le conocía como la puerta maguey.

Cuenta una leyenda que aún circula de boca en boca, que en el subsuelo de “Saltillo Antiguo” está recorrido por una intricada red de túneles y pasillos subterráneos comunicados entre sí, y que, a su vez, comunicaban a todas las iglesias unas con otras.

Cuan hambrientos no estamos las personas de quitarnos de encima el gran peso de la oscuridad que nos ha caído históricamente. Siempre, lo oculto nos llama, pero también nos frena a nuestra evolución. ¿Qué podría hacerse para develar secretos protegidos a veces por instituciones tan sólidas e inamovibles como la misma Iglesia?

Como quiera que sea, sepa lectores que bajo la tierra de Saltillo hay un misterio que nació en épocas remotas, y que, por lo pronto, da para imaginar, para construir castillos en el aire y quizá para redactar leyendas. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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